EL OLOR DE UNA TOALLA SECADA AL SOL, olores y recuerdos

Olores y recuerdos, olores que nos llevan a un lugar lejano que a veces no logra materializarse, así me encontraba cuando me puse a escribir este pequeño texto. ¡Espero que te guste!

No sé qué tiene la ropa secada al sol que me devuelve a un lugar que ni siquiera sé cuál es. 

Agarro la toalla, suelto las pinzas en el cestito y, como un resorte, las manos me acercan el algodón a la cara, y mi nariz hace el resto. Inmediatamente, la bocanada de aire cala hasta lo más hondo de mi existencia, y la paz que siento en ese instante escapa de cualquier descripción posible. El tiempo se detiene entre las dos amantes que somos la toalla y yo, e intento sonsacarle ese recuerdo que hace tiempo que le reclamo. Ella me regala su olor cálido, pero el secreto se lo guarda junto a las otras prendas...

Si, por falta de lavadora, ha sido tendida en solitario después de acariciarme y llevarse las gotas de otra ducha más, dejo que la mañana avance hasta que el sol la alcanza de nuevo, y cuando mis ojos reparan en ella al cabo de un buen rato, me acerco y la libero de los muelles que la sujetan, y mis manos, nuevamente sin yo ser consciente de haber dado la orden, plantan la tela junto a mis fosas nasales y, por enésima vez, lleno mis pulmones de ese perfume amable al que me quedaría amarrada toda la tarde hasta consumirlo del todo en un intento vano, por cada inspiración, de rescatar el lugar y el momento en que esa memoria fue instalada en mi cuerpo.

Me resulta gracioso este detalle repetido. Es curioso hasta dónde me inspira el olor de una toalla secada al sol.

Marina Xeix

11 de abril de 2024